La desgraciada historia española que tanto afectó a las distintas facetas de la vida social y política de este país, perturbó también a otras sociabilidades como la masonería. Parte de esa hecatombe tuvo su culmen con el advenimiento del franquismo que terminó por sepultar bajo la gran losa de la persecución y el olvido a muy diferentes personajes que representaron a la intelectualidad española.
Ese terrible acosamiento que desencadenó el régimen del General Franco afectó, no solo a los autores que sufrieron persecución, destierro, exilio, y en algunos casos hasta la muerte. Ese particular fahrenheit franquista alcanzó también a sus obras, que fueron o bien expurgadas, o condenadas al olvido, llegando hasta tal punto que se borró del imaginario colectivo los que en algún momento tuvieron el honor de ser referentes de un quehacer y una preocupación bien social, política o cultural.
Una de las sociabilidades que sufrió de forma extraordinaria el vandalismo de la paranoilla franquista que hostigó hasta la extenuación a los que consideró como enemigos del sistema, fue la masonería, la cual fue asimilada al mismo nivel de peligrosidad que el comunismo. De ahí que el sistema represor franquista contra la masonería se auto titulara como Tribunal de la Represión del Comunismo y la Masonería
[1].
Dicho tribunal tiene el honor de haber abierto en la España franquista (1939-1964) unos 60.000 expedientes por pertenencia a la masonería, cuando en realidad las cifras de masones activos en épocas radiantes para la Orden, como son los años 1928 y 1931, nos dan un monto total de aproximadamente unos 4000 masones activos en ese momento en España, aglutinados en la tres Obediencias existentes: Gran Oriente Español (GOE) la Gran Logia Española GLE) y el Derecho Humano (DH).
La persecución y el destierro fueron las armas más contundentes contra los pacíficos masones españoles, que pronto tuvieron que emprender camino del exilio, y sobre todo cuando vislumbraron que acreditar que iban a las logias a debatir y a reflexionar no era suficiente excusa para librarse de un tortuoso camino, que como poco conllevaba en el mejor de los casos, siendo por ejemplo Aprendiz, una condena de prisión de 3 a 5 años, y ello tan solo por el hecho de haber sido recibido masón, cuya pena se acrecentaba en la medida que uno hubiera tenido más grados, o desempeñabas cargos en la organización.
La pléyade de masones de primera fila que terminó tomando camino del exilio fue importante e imponente. Digamos que en el suelo patrio tan solo se quedaron aquellos que creyeron en la buena voluntad del régimen franquista, y pensaron que ponerse unos guantes y un mandil en tenida masónica no podía ser delito de lesa majestad, también están aquellos otros que las «checas falangistas» les sorprendió de forma repentina en su domicilios o logias, y sufrieron muerte; sin olvidar aquellos que por diversos compromisos prefirieron quedarse y sufrieron duras penas de cárcel, diversos destierros y multas. Aunque la inmensa mayoría se fue camino del exilio.
Entre tantos Hermanos masones que se fueron al exilio, cuya recitación sería interminable, se halla uno en especial, el cual perteneció a la masonería del primer tercio del Siglo XX, y cuya personalidad y obra terminó enterrada en ese olvido fruto de la persecución que durante más de cincuenta años llevó a cabo el general Franco.
La política del olvido y la invisibilización hizo tanta mella que la propia masonería actual no ha sabido reconocer el potente legado que tiene más allá de las ofrendas florales a los masones que fueron Presidentes de la nación; y así es como un intelectual asturiano de origen luanquín: Pedro González Blanco, resulta de forma paradójica, ser un total desconocido en el seno de la masonería española actual cuando en realidad fue uno de esos Hermanos que fueron todo un referente en eso de repensarse como masones, y más en épocas tan poco proclives a tal lírica como la de 1930 .
De Pedro González Blanco y sus hermanos de sangre poco se sabía, tal vez de su hermano Andrés por su labor de poeta, o de Edmundo por sus traducciones eran tal vez más nombrados y conocidos, pero del hermano mayor Pedro, apenas sí se sabía algo más allá de lo expuesto por Constantino Suarez El «Españolito» en sus semblanzas sobre los Escritores Asturianos, y por supuesto se ignoraban sus trayectorias y membresías masónicas.
Cuando empecé con las investigaciones masónicas en el ámbito asturiano descubrí que algunos de estos hermanos de origen asturiano habían sido masones, fue toda una sorpresa, y tal acontecer tuvo lugar cuando al Simposio de Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española desarrollado en Madrid en el año 2004 bajo el título genérico de: La masonería en Madrid y en España del siglo XVIII al XX, en cuyo seno presenté la ponencia: «Aproximación al censo de masones asturianos en Madrid»
[2]. En el desarrollo de la investigación me tropecé con la membresía masónica tanto de Pedro González como la de su hermano Andrés.
A partir de ese momento la búsqueda documental sobre estos dos personajes, en concreto sobre Pedro González Blanco se hace incesante, aunque ya las confidencias del profesor Pere Sánchez Ferré, éste me adelanta la gran dificultad existente en reunir datos de este natural de Luanco y su azarosa existencia.
Por tanto para esta introducción seguiré los pasos de Pere Sánchez Ferré
[3], quien ha dado a conocer diversas facetas literarias, vitales y masónicas de Pedro González Blanco.
LA SAGA DE LOS GONZÁLEZ BLANCO
La saga de los González Blanco es una familia dedicada, casi que al completo, a la literatura, ya que por un lado tenemos al progenitor Andrés González Blanco (Ujo 1838-1895 Ciudad Real) profesor de sordomudos y ciegos
[4] y autor de varios trabajos como la Nueva Gramática Castellana: Método racional teórico- práctico de la Lengua castellana (1873); luego tres de sus ocho hijos también se dedicaron, con más o menos intensidad, a la cuestión literaria el ensayo y la traducción.
Por un lado está Pedro González Blanco (Luanco1879-1961 Villaseca de la Sagra), luego viene Edmundo (Luanco 1887-1938 Madrid), y finalmente Andrés (Cuenca1886-1924 Madrid); otro notorio miembro de esta saga un hijo de Edmundo, que fue escritor y traductor, también nacido en Luanco: Juan González-Blanco de Luaces (Juan G. de Luaces).
[5]
Andrés González Blanco, nace por azares profesionales de la vida de su padre fuera de Asturias el 21 de agosto 1886, donde su progenitor un oriundo de Mieres y ejerciente como profesor en Luanco, se traslada por un tiempo para ejercer el cargo de Inspector de Primera Enseñanza en Cuenca, en cuya decisión parece que jugó algún papel el gran cacique asturiano D. Alejandro Pidal y Mon, esa es la razón por la cual Andrés nace en la capital conquense.
A los dos años del nacimiento de Andrés, la familia retorna de nuevo a Luanco, en cuya marinera villa, junto con las intermitentes estancias en Madrid, discurre su infancia y adolescencia. En 1897 por problemas económicos importantes, su madre viuda con ocho hijos, y por la recomendación de su tío (párroco de Viodo) ingresa en el Seminario Conciliar de Oviedo; a decir de «El Españolito», para seguir la carrera eclesiástica por presiones de este clérigo hermano de su padre, más que por la vocación que pudiera tener el interfecto. En dichos estudios va perseverar hasta 1903, realizando algún que otro trabajo literario.
En 1904 abandona los estudios eclesiásticos, y ya con una incipiente carrera literaria en ciernes se traslada a Madrid donde cursa la materia de Filosofía y Letras, aunque fue un proyecto no concluido, pues no llegó a obtener el grado de bachiller, «la vocación al ejercicio de las letras le absolvió por entero entonces, y en esos proyectos -estudiantiles- se quedaron en tales»
[6].
Su carrera en todo caso se va a ir consolidando en el campo de las letras al colaborar con las prestigiosas revistas madrileñas: España Nueva; La República de las Letras, Nuestro Tiempo…, al alcanzar en 1908 el premio del Ateneo de Madrid con un estudio sobre la novela española contemporánea se consolidará como fulgurante escritor aunque «nadie lo ha afirmado nunca, ni en su tiempo ni después». Será un poco más adelante, en 1910 cuando escriba su único libro de poemas con cierta presencia en las antologías del modernismo.
Entre el año 1911 y 1912 se encuentra en Oviedo como redactor jefe en el conservador del diario El Carbayón, pero la estancia es corta ya que regresará a su querido Madrid donde va a permanecer toda su vida vinculándose, aún más, con las revistas del momento tanto españolas como extranjeras: La Esfera, Puerto Rico Ilustrado, Caras y Caretas de Buenos Aires y El Fígaro de La Habana, éstas fueron algunas de las publicaciones que recibirán sus colaboraciones, aunque puede decirse que fue algo más que un escritor:
Durante algunos años fue Andrés el verdadero Agente literario encargado de poner marchamo a todos cuantos poetas hispanoamericanos se desbandasen por España: Personábanse a su sombra propicia y él los obsequiaba a manos llenas con artículos, elogios, presentaciones, que parecía redactar en serie y repartía pródigamente, sin dársele un ardite ni dolerle prendas. Sobre todas las manos ávidas vaciaba su cuerno de la abundancia, del que torrencialmente fluían conceptos de genial, sutil, exquisito, inspirado, etc. Los protegidos de Andrés desfilaban a centenares por la cátedra del Ateneo, multiplicando los cisnes, las princesas, los faunos y las siringas de Rubén.
[7]
La opinión que de él queda como hombre de letras nos la aporta Ramón María Tenreiro, y que recoge Constantino Suárez:
"Es un archimillonario de citas. Yo me figuro que, como el Gregorio el botero, de Zuloaga, va por el mundo abrazado a un corambre donde guarda el chispeante licor de la sabiduría, y cuando hinca la espita en el inflado cuero, surte por ella, clamoroso, tan descomunal torrente de aforismos, paradigmas, sentencias, máximas, paremias, en todas las lenguas de la humanidad, vivas y muertas, referentes a toda clase de asuntos, tomados de todos los imaginables autores, que el bueno del escritor, propietario del pellejo, quien se proponía trazar un lindo y mesurado artículo, con un grave pensamiento ajeno prendido en mitad de él, como condecoración en el pecho, para dar decoro y prestancia a sus propias ideas, atúrdese con la cascada y no sabe a dónde acudir con su pluma.. Cada uno de los ensayos de este volumen es una de tales desventuras hidráulicas: el pensamiento del autor intenta flotar vanamente sobre el piélago tempestuoso de las frases sabias, y es anegado sin remedio; al final sabemos muy bien lo que dijeron Pitágoras, Voltaire y Ben Jhonson, pero ni el ensayista ni nosotros sospechamos lo que quiso revelar González Blanco".
[8]
Como ensayista, en su abundante obra hay trabajos sobre Ramón de Campoamor; Ramón del Valle Inclán, Clarín, José Santos Chocano, y Antonio Machado entre otros…, tal es que así que Rafael Cansinos Ansséns no lo muestra de este modo:
Pobre Andresín, tan cortés, tan amable, tan cargado de erudición bajo la frivolidad aparente, tan laborioso, no obstante vérsele por todas partes cortejando modistillas y montando tiovivos de las verbenas.. Cierto que lo hacía todo a la diabla, y escribía al correr de la pluma sin tiempo para corregir… y dialogando al par con los amigos en los cafés…. De ahí que para muchos fuese un erudito a la violeta…
José Luis Borges nos procura su peculiar daguerrotipo sobre nuestro biografiado Andrés:
"Un jovencito pequeño de estatura, que trata de empinarse y parecer persona mayor, pero que en el fondo conserva aires adolescentes y aun de niño. Luce un bigotillo negro, gasta bastón y guantes, cuello de pajarita, chalinas y sombrero blando. Para hablar se yergue a la altura de su interlocutor. Si en sus escritos puede parecer pedante, en su vida mundana afecta una elegante frivolidad."
En todo caso el Andrés que se nos pinta es todo un personaje frívolo, pero como contrate a esa imagen los tenemos por ejemplo desempeñando toda una labor en el seno del Ateneo de Madrid, donde ocupa varios cargos dentro de la Junta Directiva de tan señera institución.
ANDRÉS GONZÁLEZ BLANCO Y LA MASONERÍA.
Encontrarlo dentro de la sociabilidad masónica, ha sido una sorpresa, pues personalmente conocía la pertenencia de su hermano Pedro a la Orden masónica, pero nada sabía de la membresía de Andrés.
El expediente abierto por los servicios documentales de la represión contra la Masonería y el Comunismo,
[9] no es muy amplio, en dicho documento se recoge una cita de la página 56 del Boletín nº 216 de 1910 del Gran Oriente Español, (GOE) donde se cita que Andrés solicita ser iniciado masón (27-04-1910),e n la Logia Ibérica nº 7 de los Valles de Madrid, y como tal consta haberse recibido Aprendiz masón con el nombre simbólico de Epicteto, sin fecha exacta. Esta es una cuestión que consigna el boletín del 28 de julio de 1910.
Su estancia al menos en el GOE va a ser corta, ya que en otro boletín de esta obediencia, el nº 236 del 27 de noviembre de 1911 anota su baja «por falta de asistencia y pago». Se habla también en el citado expediente, que los servicios franquistas siguen tramitando en 1955, que constaba (Andrés) como participante en la Comisión de Reforma de Reglamento de la Gran Logia Española con fecha de 1933.
Cuando en realidad él había muerto en 1924. Personalmente soy de la opinión que lo están confundiendo con su hermano Pedro.
En todo caso, por esa escasa pertenencia a la Orden masónica a Andrés González Blanco se le condenará en 1944, a16 años de cárcel, a pesar de que había muerto hacía ya 20 años.
PEDRO GONZÁLEZ BLANCO.
Nacido a diferencia de su hermano Andrés, en Luanco (Asturias), Y lo que son los olvidos históricos, si bien se dedica en las hagiografías asturianas un abundante espacio a sus hermanos: Andrés y Edmundo, a Pedro se le condena al ostracismo más absoluto, de hecho sabemos muy pocas cosas de su vida y sus trabajos.
Quien nos vuelve a dar noticias sobre Pedro González Blanco es «El Españolito» en su trabajo sobre los escritores asturianos, donde nos dice que Pedro comienza estudios en su ciudad natal (Luanco) y posteriormente los de bachillerato en Cuenca y Oviedo, para luego acometer los estudios superiores en la Universidad Central de Madrid en la Facultad de Filosofía y Letras, los cuales no puede concluir pues en ese ínterin fallece su padre y la situación económica en que queda la familia, no es muy halagüeña, y aunque colabora ya desde muy joven en los periódicos madrileños, lo que pudiera cobrar no daba para sustentarse él, y menos para el sostenimiento de su amplia parentela.
Tales circunstancias hacen que el aventurero Pedro tome el rumbo de a las «américas» concretamente a Cuba, al amparo de un tío suyo establecido en la isla caribeña. Aquello no le convence y regresa de nuevo a España para seguir en sus labores de escritor y ensayista. Aunque hay quien le considera poca cosa, a lo cual se contrapone el preclaro Constantino Suárez «El Españolito» con esta cita:
En la «generación del 98» fue Pedro González Blanco miembro activo, acaso el más joven. No, es cierto lo que dice Cansinos Asséns de que la labor de González Blanco en esta época se limitara a una docena de artículos en la república de las Letras; cierto que nunca se ha mostrado muy fecundo escritor, pero acaso este tiempo de su juventud se caracterice por una mayor producción.
Sea como fuere, y aparte de las vendettas propias entre escritores, Pedro colabora en varias revistas del momento: Vida Literaria, Helios, La lectura y también es encontradiza su firma en diversos diarios: El Imparcial y El Liberal, y como no podía ser menos escribía en el periódico anticlerical El Motín, que dirigía Nakens, donde utilizaba el seudónimo de Doctor Atizando Yesca.
En 1905 contrae matrimonio con la maestra y pedagoga
[10] Crescencia Alcañiz
[11].
Tres años más tarde embarca con destino al continente americano, y será en Cuba donde mejor se le localice, pues colaborará con el prestigioso periódico Diario de la Marina.
La vida de Pedro González es todo un periplo aventurero, pues viudo de Crescencia, se embarca con el poeta Santos Chocano en el lance de recorrer todo el continente americano. Será durante una estancia en Guatemala, cuando contraiga matrimonio Doña María Albaudín, sobrina del Presidente de la República Manuel Estrada Cabrera
[12].
En Méjico se le encuentra al lado del francmasón Venustiano Carranza
[13], que le ayuda económicamente, pero todo tiene un límite, y Pedro González, cansado de sus correrías regresa a España sobre los años 30 donde desarrolla lo que mejor sabe hacer, como son sus interesantes labores de traductor al castellano de las obras de Baudelaire, Steiner, o Nietzsche, a la vez que escribe diversos estudios históricos sobre Porfirio Díaz a Carranza (1916); o libros como El Presidente Machado, o la autoridad recatada; o las biografías de Santa Teresa de Jesús, y otros.
España entra en el declive de la guerra civil, y en 1939 Pedro González Blanco se ve abocado como otros tantos masones a retomar camino de las «Américas» pero esta vez como exilado, asentándose en primera instancia en México, aunque sabemos que se movió entre diferentes países como Cuba o Argentina, Bolivia, etc. Regresará a España en la década de los años 60, falleciendo en Villaseca de la Sagra (Toledo).
PEDRO GONZÁLEZ BLANCO Y LA MASONERÍA
En el intermedio de unos de sus regresos a España que tendrá un intervalo de nueve años (1930 -1939) con algún que otro viaje de por medio, es cuando vemos a Pedro González incardinado en la masonería española, concretamente en la madrileña logia La Unión nº 9 fundada unos años antes, en abril de 1927, en los últimos estertores de la Dictadura de Primo Rivera, por lo jóvenes radicales, procedentes de otra famosa logia de la cual se escindirían, la Respetable Logia Ibérica. Ambas logias estaban en el seno del Gran Oriente Español (GOE).En esta última logia había estado su hermano Andrés unos años antes.
La Logia La Unión en marzo de 1928 contaba con 33 miembros y en 1934 aún se mantiene con unos 35 miembros, aunque según la propia revista Latomia en un artículo de1932 daba este registro de miembros: «38 Maestros, 10 Compañeros, y 28 Aprendices, lo que hacía un total de 76 masones que abarcaban un buen perfil social y laboral: 17 abogados, 10 médicos, 13 escritores y periodistas, 9 industriales, 1 general, un teniente coronel, 5 agentes de publicidad, 3 funcionarios, 2 ingenieros, 1 escultor, 1 actor, 1 artista de circo, 1 agente de seguros, 1director de Compañía, 1 actuario, 2 directores de casa cinematográficas, 1 propietario y 5 empleados, y de entre ellos había 8 diputados, 1 exministro, 1 alcalde y dos gobernadores».
La escisión a la que antes aludíamos, provenía de los problemas habidos en el seno de la Regional Centro del GOE, y cuya causa según la profesora Gómez Molleda era la siguiente:
La contraofensiva a la operación Azaña pensada por los amigos de Lerroux. En la logia había un grupo de masones radicales incondicionales de D. Alejandro, dispuestos a minar el terreno al Presidente de Gobierno en la Orden y a apoyar la política lerrouxista, impidiendo que los afiliados secundasen masivamente la política gubernamental.
El cuadro de luces de la logia lo encabeza el abogado Juan Serradell (íntimo amigo de Pedro González Blanco) Farrás y Cipirano Bernal de Puga, y tres periodistas: Francisco Escola Besda, Rafael Gerona Martínez y Miguel Cámara Cendoya, luego se afiliarán varios miembros de otra significativa logia madrileña la Mare Nostrun de la Gran Logia de Española, entre ellos Rodriguez Vera.
El día 3 de noviembre de 1932, al día siguiente de finalizar la Asamblea Nacional del GOE, en la que se había provocado la caída del llamado gran Consejo de políticos y con ello la dimisión de Martinez Barrio como Gran Maestre; Juan Manuel Iniesta revestido como nuevo Gran Maestre, y tras aprobarse la disolución de la citada Logia La Unión por 28 votos contra 6 se procede a desmontar el citado taller cuyos miembros reaccionan prontamente pasándose al completo a la Gran Logia Española (GLE), y para facilitar tal posibilidad los miembros en cuestión proceden antes de disolución a un auto-concederse las preceptivas planchas de quite, pudiendo de este modo afiliarse de nuevo donde creyeran oportuno
[14].
Como tales miembros, aunque una parte del taller se quedará en el GOE, no pierden el tiempo, y como ya he indicado, se colocan como nuevo taller bajo el auspicio de la GLE. En enero de 1933 ya aparece el taller como la Respetable Logia La Unión nº 88 dentro del organigrama de la Gran Logia Española (GLE).
Siguió la logia La Unión 88, publicando la afamada revista Latomia, con Pedro González al frente, aunque ambos, director y revista, y pese a estar desautorizados al no contar con el reconocimiento del GOE, pero dado el prestigio de la revista algunas Regionales del GOE seguirían recomendado la lectura de la citada revista.
Será en esta logia madrileña La Unión donde se inicia Pedro González Blanco
[15] que lo hace en abril de 1928 imponiéndose el simbólico de Bolívar. En el cuadro lógico de 1932 figura como 2º Experto, aunque un año más tarde en enero de 1933 es irradiado junto a Serradel, Dicenta, Consgosto Gerona, Vélez y Benlliure, por haber desempeñado cargos de forma irregular en la logia, y tal vez como apunta Sánchez Ferré por haber asistido a una reunión de la GLE que pedía restablecimiento de relaciones con el GOE
[16], tal y como haría unos meses más tarde ya de forma oficial la propia Obediencia , y no es desechable tampoco que en su expulsión mediara también la operación política entre el grupo de Lerroux e Iniesta.
Esta situación les lleva a él y a su grupo al abandono obligatorio de la logia La Unión nº 9
[17] , y aunque puede parecer que su vida masónica concluye con esta sentencia
[18], pues nos solo ocupa plaza en la logia La Union nº 88 sino que pronto le vemos incardinado en el seno de la logia Hiram con el cargo de Orador, y en abril de 1934 figurando como Garante de Amistad de la logia Conde de Aranda nº 97 de Madrid, con sede en la Plaza del Congreso. Taller, este último, en el cual desempeñará en cargo de 1º Vigilante, aunque no parece constar en los cuadros lógicos de ambas logias
[19].
Lo que no deja de ser paradigmático es que según los informes procurados por el Tribunal de la Represión y la Masonería, el hermano Bolívar, no alcanzó nada más que el segundo grado del simbolismo, el de Compañero (2º), cuestión harto imposible puesto que para desempeñar los importantes cargos de Orador y 1º Vigilante es necesario y obligatorio ser Maestro (3º). Tal vez les faltase a los servicios represores algún boletín y por eso dicen que pese a esos cargos, solo tenía el grado de Compañero.
Como masón reconocido y documentado el Tribunal de Represión de la Masonería le condena en 1942 a 20 años de prisión, en ese tiempo ya estaba asentado el condenado en Sudamérica.
LA REVISTA LATOMIA
Pedro González Blanco es algo más que un simple masón de a pie que cumple con sus obligaciones para con sus hermanos en las tenidas; él va a ir más lejos en su ideario y proyecto y uno de sus objetivos es crear una prestigiosa revista masónica que llevará por título: Latomia, y que pondrá en marcha tras unos cuatro escasos años de estancia en la Orden, apenas recién estrenado el grado de Maestro Masón.
Es una revista que se edita en agosto de 1932 dentro de la logia La Unión nº 9 adscrita al GOE, luego el proyecto pasará con gran parte de sus progenitores: Pedro González Blanco (Bolívar), Juan Serradel (Pino), Carlos Malagarriga, Teófilo Moreno (Gautier) Antonio LLagunes (Comunero) Rafael Gerona (Dantón), Joaquín Dicenta (Giner de los Ríos), Mariano Benlliure (Padilla)… a la logia La Unión 88 (GLE).
De esta revista de editaron unos cuatro números o tomos, el último está fechado en 1934 y entre todos ellos suman una edición de más de mil páginas, cada tomo sumaba más de 200 páginas; y su precio para masones se situaba en cuatro pesetas y en cinco para profanos.
El Comité de redacción del primer número lo componen los Hermanos (la citada revista en la contraportada solo expone los nombres simbólicos) Bergson; Mariano Benlliure (Padilla) (Riamor), Sucre y Pedro González Blanco (Bolívar); el Comité Administrativo lo componían los Hermanos: Luis R. Guerra (Saint Just), Manuel Pérez Aguirre (Humanidad), Edison, Antonio Llagunes (Comunero) y Rafael Gerona (Dantón). El Secretario de la revista era el Hermano Lafayette y el Administrador el Hermano Teófilo Moreno (Gautier).
En dicha revista firma entre otros varios trabajos el propio Pedro González, como es la sección Rectificaciones Históricas, que viene a demostrar una idea esencial a cerca de masonería como forma iniciática, cuestión que les situaba en una cierta contracorriente, ya que estamos en pleno apogeo de la masonería política, y este grupo con su revista evidentemente plantean opiniones que no gustan, y máxime en el seno de la GLE; las precisiones al respecto de Pedro González Blanco rezaban así:
" No había rama de la historia más necesitada de rectificar errores que la historia de la masonería. Según este autor, el secreto que los cofrades se exigía y la desaparición de los archivos había sido campo abonado a todas las fantasías y a todas las invectivas: Díaz Pérez, el supuesto Jhon Truth, Morayta, los modernos Usero, Suárez, Guillén y Diaz, no se han tomado más trabajo que el de copiar a Thory, ante todo; a Clavel y a Fidel, en segundo término. Sin el Acta Latomorun no habría escrito Truht y Díaz Pérez sus libros; y Morayta inconsultadamente la mayor parte de las veces, atribuye a la Masonería funciones que no siempre supo cumplir. Los demás autores citados giran alrededor de lo dicho por estos tres o cuatro historiadores.
[20]
Era claro al tenor de lo que estamos leyendo, que Pedro González y la revista Latomia marcaban todo un estilo en la forma de hacer y entender el trabajo masónico y que desarrollaban en la propia logia La Unión, que constituía una bandera de referencia en un primer momento dentro de la Regional del Centro (GOE), y luego dentro de la Gran Logia Española. En todo caso eran una «rara avis» consentida dado. Primero por unos y luego por los otros ya que aportaban un buen cachet iniciático, del que en parte carecía la GLE, dada su fuerte orientación e inclinación política de la Obediencia.
Sus reflexiones históricas y su encubierto desdén por los partidismos que se daban en el seno de las logias de Madrid, no la hacían muy querida por algunos de los sectores masónicos, pues Pedro y su grupo deseaban dar una «vuelta atrás» en tanto que opinaba que: «La República ha creado en España a la francmasonería un grave problema de orientación. La política partidista tiende a penetrar en los talleres, y la historia y nuestros precedentes nos enseñan las fatales consecuencias que puede producir en nuestra Orden tan nefasta introducción». Esto junto con las opiniones vertidas por el hermano Bolívar no debía hacer mucha gracia a diversos sectores del masonismo español.
Por otro lado tal revista daba un importante giro al abrirse hacia el exterior, o sea hacia el mundo profano, exponiendo artículos, que según algunos sectores contrarios a esa tendencia, en la revista se divulgaba en exceso los llamados secretos masónicos. Sin embargo hoy tal publicación es todo un referente en cuanto al carácter innovador y aperturista de los trabajos publicados.
Nos dice el profesor Sánchez Ferré acerca de sus temas históricos e iniciáticos y antropológicos que «el mérito de Latomia no estaba solo en la variedad y riqueza masónica e intelectual de sus contenidos, sino en la gran cantidad de información que facilitaba a los lectores… informaciones y curiosidades de la historia de la Orden… y una considerable bibliografía masónica (más de 800 obras) y su Consultorio Masónico ofrecía un vocabulario masónico en cuatro lenguas».
[21]
PEDRO GONZÁLEZ BLANCO Y SU LIBRO "MASONERÍA".
En 1934 en plena estancia en España y desarrollando las labores de director de la Revista Latomia, (ya casi finalizando su andadura) manifiesta sus preocupaciones iniciático masónicas las cuales va volver a plasmar dichas inquietudes en un pequeño libro, que hoy reproducimos.
Dicho libro se edita en el proyecto editorial de los Cuadernos de Cultura, cuya redacción se encontraba en la calle Luis Morote 44 de Valencia, siendo esta editora dirigida por un importante francmasón: Marín Civera
[22], que era además un «militante en la CNT valenciana, reconocido por su importante trabajo como editor, sobre todo por haber sido el principal impulsor de los Cuadernos de Cultura, con un centenar de títulos publicados quincenalmente entre 1930-1932. Se trataba de una colección didáctica y muy asequible en la que la presencia anarquista coexistía con la pretensión general de «difundir entre el proletariado conocimiento científicos de todo tipo», y con firmas republicanas, incluso de conservadores contrarios a la monarquía; la distribución de los Cuadernos la efectuaba la revista Estudio».
[23]
El libro La Masonería, es un opúsculo de unas 48 páginas de diminuta letra, y con un formato de 16,5 x 11,5 cm; y en cuyo seno el autor toca realmente muchos temas como los Orígenes, La Masonería Especulativa, La Gran Logia Inglesa, Las Constituciones, el Ritual, etc.
TEMATICA
A través de una serie de capítulos de muy distinta extensión, y de una forma cronológica y metodológica Pedro González Blanco nos va trasmitiendo su visión de la masonería, que como veremos está a caballo entre una teodicea anglosajona de la masonería en la que él en parte cree, pero muy distanciada su puesta en escena en las logias del primer tercio del siglo XX en las que él trabaja.
Esa tensión entre los polos opuestos la va a ir desgranando en pequeñas concreciones que nos pueden en cierto modo descolocar por su planteamiento, dada la imagen que se ha trasladado de la masonería de ese siglo, y sobre todo la comprendida entre los años 1931 y 1936, de una masonería muy politizada, mientras que Pedro González Blanco nos expone otra perspectiva de reflexión muy diferente y en cierto modo muy distante, y que aún hoy es el nudo gordiano entre ambas planteamientos masónicos.
En general Pedro González Blanco en el libro demuestra un conocimiento bibliográfico masónico intenso e importante y ello lo va mostrando, tanto en la edición de los distintos números de la Revista Latomia, que cuenta en cada uno de ellos con una extensa recensión bibliográfica muy recomendada, y además su conocimiento llega más allá al citar a autores y materias que en general debían estar como muy vedados al resto de la masa masónica, y a las que él estaba accediendo dadas las notas y remisiones que constantemente realizaba a sus textos. Esto cobra aún más importancia cuando comprobamos que esas lecturas luego no parecen estar en las bibliotecas de las logias, sino que eran patrimonio personal de los masones, pues en los inventarios de registros de los servicios documentales franquistas a los locales de las distintas logias y de las sedes regionales no se encuentran ese tipo de lecturas.
No cabe duda de que su trabajo como profesor de filosofía, y versado traductor de obras del alemán y del inglés le hacer ser un hombre muy docto en el conocimiento y manejo de los fondos bibliográficos, su búsqueda y accesibilidad a ese conocimiento lo vamos a ir viendo plasmado en los textos que van trufando sus artículos.
Es por otra parte un autor que no se arruga a la hora de mostrar sus opiniones, que como ya he expuesto en más de una ocasión iba un poco a contracorriente, ya que además de la inmersión en el conocimiento francmasónico que va exponiendo a lo largo de varios apartados en que divide su pequeño libreto, abre todo un melón sobre la edulcorada visión sobre la masonería y sus tópicas historias, al muy actual, y hasta creo que muy poco comprensible o creíble para aquella época.
En las diferentes temáticas va derramando su particular visión y pensamiento, y nos va dejando perlas sobre dicha materias: la Masonería Especulativa, el nacimiento de las Grandes Logias, lo que nos muestra un autor muy encima de la masonería de momento y sobre los asuntos que se estaban desarrollando tanto dentro del orbe francés como anglosajón, pese al poco tiempo que llevaba en masonería, apenas cuatro años, y pese a ello nos presenta un panorama de trabajos, aún hoy, muy actuales, y que por ejemplo se están debatiendo muchos de ellos dentro del pensamiento masónico francés de última hornada.
Por tanto, el Hermano Bolívar empata en su época con las exposiciones de la Escuela Auténtica de Gould sobre la masonería, que son las que le hacen decir en 1933 que Anderson pese a que ha traspasado el umbral de la historia hiramista «su talento era muy mediano… y era deplorable escritor», redundando una vez más en el axioma de que estamos ante una «crónica fantaseada», tal y como hoy podemos ver en los trabajos de autores como Roger Dachez, y su L´invention de la franc-maçonnerie.
Sorprenderá ver a un Pedro González Blanco alambicarse en una masonería liberal como la española de los años 30, masonería muy comprometida en lo político, y plantear cosas que hoy suenan más una «masonería regular» que al producto lógico de la incardinación en una masonería liberal como la del GOE o la GLE; pero el Hermano Bolívar como buen teósofo y esoterista
[24], podemos decir que su concepción masónica está más cerca de las tesis que definen a la Gran Logia Unida de Inglaterra y los «Antiguos», al menos al expresar esa idea de que un masón debe «creer en Dios y obligarse a la ley moral, es decir … ser cristiano pues la masonería toma la defensa de la religión de Cristo, sin rebozo ni atenuaciones de ninguna especie».
No es algo fácil de digerir lo expuesto, al menos para una masonería liberal tanto desde la masonería de los años 30 como desde la perspectiva actual, pero hay que tener en cuenta la fuerte inclinación esotérica del propio Pedro y parte del grupo en el cual se insertaba, y la tensión con el momento en que viven logial y políticamente, momentos aquellos que por ejemplo le hacer decir a otro compañero de andanzas editoriales como es el francmasón Mariano Benlliure, que:
Aquí en España, a pesar de que imitamos a la masonería francesa y de que nuestro anticlericalismo es tan burdo y fanático, por lo general, como el peor clericalismo, hemos conservado en nuestra declaración de principios el antiguo «landmark» de la creencia en Dios, y en nuestro rito y simbolismo la fórmula del «Gran Arquitecto del Universo» (…) No obstante, sí hay discusión. Se quiere dar cabida en nuestras logias, y no solo cabida, sino preponderancia, al más radical ateísmo materialista, a esa concepción mecanicista del Universo que representa la más rotunda negación de todo sentido deísta».
[25]
A tenor de este texto queda patente el valor de estos masones que editaban la revista Latomia, y plantean tanto el Hermano Bolívar, como el propio escultor Benlliure, lo que nos viene a demostrar su contemporaneidad y los presumibles encontronazos con la idiosincrasia de las Obediencias en las que se inserta en sus dos períodos el proyecto de la Revista Latomia, tanto dentro del Gran Oriente Español como de la Gran Logia Española.
El texto que reproducimos de Pedro González Blanco La Masonería, viene a describirnos, un poco como de pasada, esa tensión que ha tenido de siempre la masonería española, la cual se ha movido entre las dos grandes inclinaciones y praxis, entre los dos polos opuestos que representan por un lado a la Gran Logia de Unida de Inglaterra, y por otra el Gran Oriente de Francia.
En todo caso Pedro González no hace de esta creencia y posicionamiento, un caballo de batalla, aunque su empreño desmitificador tampoco le hace parecer miope, y entra como hoy diríamos a saco en temáticas como la leyenda de Hiram y su desarrollo, planteando algunas cuestiones que deja por ejemplo en el apartado de El Mito de Hiram y la hipótesis judeo cabalística en Masonería, las cuales hoy se afirman como innovadoras en los discursos sobre la mitología hiramista y su repercusión en el quehacer masónico; tal y como proyecta en estos mismo momentos y con mucha más amplitud y actualidad Roger Dachez en Hiram et ses frères.
El discurso que desarrolla Pedro González se articula en base a la religión natural andorsiana como punto de Unión de los hombres, a la vez que se fundamenta sobre una base racionalista que le hace decir que el «Dios de los deístas, que reina pero no gobierna, se parece demasiado al Gran Arquitecto del Universo».
Esa misma tensión entre el espiritualismo y el racionalismo la vemos clara, y de nuevo vuelve a empatar con la visión de su compañero Benlliure, cuando nos dice que las bases masónicas francesas se jacobinizaron perdiendo su campo «neutral» haciendo de esta una «religión francmasónica racional y filosófica» constituyéndose en escuelas de formación a modo de «emancipación de las almas y la autonomía de las conciencias individuales».
Refiriéndose, por ejemplo al caso de España, no duda en calificar el trabajo que se debería realizar en las logias como «lugares de recogimiento y de serenos análisis- y no en clubs de vociferantes y de ambiciosos. Desde entonces, y aun descontando la contribución que al triunfo de las esencias liberales prestó la masonería española, y descubriéndonos ante los mártires de la idea democrática, la Orden pasa en España por la más honda crisis que haya podido asaltar a una institución».
Poco a poco y de forma muy condensada y precisa, y a base de finas pinceladas Pedro González Blanco nos habla de la masonería inglesa, en el apartado ¿Por qué la masonería nace o se renueva en Inglaterra? Cuestión ésta que va a reforzar con el artículo La masonería Inglesa, donde trata la cuestión de la famosa «polémica entre Antiguos y Modernos».
A decir verdad, no anda sobrado de aciertos el masón de Luanco, pues no en vano utiliza una buena y amplia base documental para desarrollar sus tesis, ya que parte del conocimiento y lectura de quien se puede considerar como el precursor que empezó a revisar la historiografía masónica hecha hasta el momento, (Gould) del cual a su vez Pedro González Blanco va a ir plasmando no solo con retazos en este librito, sino también en densos artículos que se fueron insertando en los diferentes números de la Revista Latomia, los cuales a su vez fueron la materia prima para este acercamiento tan rompedor titulado La Masonería.
Ya he expuesto que su inclinación pro inglesa, o «regular» no le impide por ello darnos una visión sobre la masonería en el Continente, a la cual no duda en calificar de desnaturalizada, tal vez por su politización a ultranza, pero también por esa historia rosa y caballeresca, y aunque no lo expone así de claro, sí que utiliza de forma muy innovadora para su conclusiones las herramientas rituales, como son las divulgaciones del siglo XVIII como la Ordre Trahi …, por ejemplo para llamar la atención a cerca de la desmitificación del culto al mito del Caballero Ramsay, al que titula sin quitarle cierta trascendencia en cuento al «pacifismo y tolerantismo», y su importancia masónica, pero calificándole a la vez y como el mismo Chevel hace, de «un personaje enigmático, mediocre en el fondo, pero activo y decidido, propagandista con pretensiones de pensador, un hombre que tuvo su hora de acción eficaz, no para conducir a los hombres, sino para desviarlos».
Hay otra curiosidad que plantea el autor acerca de la alianza entre Escocismo y misticismo, el cual se va entreverando en la columna vertebral de la masonería y, que Pedro González Blanco nos expone como el resultado de las perniciosas consideraciones que ello ha conllevado para la propia masonería ya que de «este neo ocultismo salen todas las desviaciones masónicas: Iluminismo, Martinismo, Estricta Observancia, etc.»
Al final del libro, el autor lunanquín entra de lleno en unas componentes que ya estaban dentro del desarrollo de su obra profana, como es el tratamiento de grandes personajes, y en este caso introduce en el librito varios textos interesantes, como son los referidos a la defensa de los «Muratore» que hizo fray Benito Jerónimo Feijoo, o la cuestión del Duque de Alba y su presencia en la cuestión de la expulsión de los Jesuitas, o la analogía de sobre Goethe y la masonería, que son junto con la cuestión de Hiram los temas que cierran la pequeña obra que nos legado.
En suma, estamos ante un autor lúcido, ante un masón atrevido en el pensamiento y en la acción, que fue capaz de poner en marcha la mejor revista masónica española del momento, como fue Latomia, y cuyos planteamientos y presupuestos recoge en el librito La Masonería , el cual hoy ponemos en sus manos, como una pieza interesante para conocer el pensamiento de los masones españoles, en este caso el de un grupo de Hermanos que se coaligaron para darnos su visión heterodoxa de la masonería allá sobre 1933, los cuales a decir verdad que iban un tanto a contracorriente… pero hay que reconocer que, hoy ochenta años más tarde, sus reflexiones constituyen el eje central de una determinada reflexión masónica muy en boga, y aún sin resolver, y que nuestro francmasón asturiano supo exponer para conocimiento y debate de sus contemporáneos.
Victor Guerra García
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