La masonería resiste en Avilés
Un grupo de masones en el taller de la logia El Progreso, la que cuenta en la actualidad con más avilesinos en sus filas. / ÁLEX PIÑA /Texto de FERNANDO DEL BUSTO, AVILÉS el 30 abril 201708:55
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Diez avilesinos pertenecen a las cuatro logias masónicas que hay en Asturias
Escribir sobre masonería siendo «profanos» no es una tarea fácil, pues hay mucho desconocimiento y bastantes prejuicios y mucho t´poicos de por medio, y que lo haga una periodista pues a veces más de los mismo, unido a la dificultad de los anonimatos, los enmudecimientos, etc. lo que al final da como resultado una experiencia muchas veces frustrante para todos, entrevistados y entrevistador.
Por tanto cuando la prensa se acerca a la masonería siempre hay muchas reticencias, muchas esquina que no se doblan, y muchos rincones oscuros, Todo eso ha sido ampliamente esquivado por la labor de Fernando del Busto, que ha sabido abordar con seriedad y buena óptica y con distancia el tema, dando una pincelada al tema de los masones avilesinos, a los cuales este blog alguna vez he sacado a loa luz, y que este reportaje publicado en LA VOZ DE AVILES, ha sido todo un acicate
Víctor Guerra
Avilés es una de las ciudades de Asturias que cuentan con un monumento masónico: el monolito situado en el parque de Las Meanas. Es lo que más sobresale de los masones avilesinos, un colectivo pequeño de unas diez personas que actualmente participan en las cuatro logias existentes en Asturias: Jovellanos, (GLE) Estrella del Norte, GLFE) El Progreso (DH) y Rosario Acuña. (GOdF)
La cifra de masones avilesinos se puede considerar normal, habida cuenta que en toda la región su número ronda el centenar. El dato exacto es complicado de certificar, porque los integrantes de este movimiento que tiene más de filosófico, esotérico y cívico que de religioso, optan por la discreción y la prudencia. «El secreto nace con la masonería, pero en la actualidad se trata más de prudencia ante el qué dirán. Aún queda un resto de la represión franquista y la gente siempre es precabida», explica Víctor Guerra, hermano masón desde los noventa y uno de los pocos masones asturianos que hablan abiertamente, como también es el caso de Paulino Lorences o Pedro José Vila.
«Otras veces he salido, pero por temas familiares prefiero no hacerlo en esta ocasión», explica Mar, apodo masónico de una avilesina que actualmente es la Venerable Maestra de la logia El Progreso, que pertenece a la obediencia Derecho Humano. Este grupo es el que cuenta con mayor número de avilesinos en sus filas, cuatro personas. Además, otras tres se encuentran en proceso de incorporación.
Los masones se agrupan en organizaciones locales. Son las logias. Éstas se federan y forman una obediencia que respeta unos criterios y ritos similares. Derecho Humano es una obediencia nacida en Francia en 1893. Es mixta, no exige la creencia en un ser superior para pertenecer a ella y no cuenta con estructuras nacionales. Es una federación internacional donde cada país dispone de un representante en lo que denominan Consejo Supremo que se reúne cada tres meses en París. En la actualidad, este cargo lo ostenta en España Xuan, nombre simbólico, un masón avilesino iniciado en la masonería en 1995 y cuyo mandato vencerá el próximo mayo.
Xuan es de los escasos masones que, al menos en Avilés, dispone de antecedentes familiares. «Mi bisabuelo y mi abuelo eran masones. Yo lo tuve como un movimiento oscuro, sólo de hombres, un patriarcado de gente mayor y no me parecía interesante. Conocí a una persona que me habló de El Derecho Humano (DH) y me acerqué», comenta a LA VOZ.
No son los únicos masones avilesinos con responsabilidades, actuales o pasadas. En la logia Rosario Acuña, de la obediencia del Gran Oriente de Francia, (GOdF) su actual tesorero es Khana. Los avilesinos que acuden a las tenidas o reuniones masónicas en la Logia Jovellanos, de la Gran Logia de España (GLE), optan por su perfil discreto. «Hemos tenido experiencias desagradables en el pasado», explican a través del correo electrónico con el que respondieron a las preguntas de este periódico. «La pertenencia a una logia es algo que pertenece a la esfera íntima y cada uno decide si la revela o no», comentan. El panorama se completa con Estrella del Norte, de la Gran Logia Femenina de España, (GLFE) e integrada exclusivamente por mujeres, con una avilesina.
Además, existe un triángulo (una estructura más pequeña que la logia, generalmente de tres o cuatro personas) del Gran Priorato de España, pero donde no participa ninguna persona de la comarca.
Las personas acceden a la masonería de diferentes maneras. «Hoy en día, con las nuevas tecnologías es mucho más fácil. Mandan un correo y contactan con nosotros. Cuando yo me inicié era más complicado. A veces me ha pasado dar una charla y, al final, una persona me dice que quiere ser masón», comenta Pedro José Vila, de El Progreso. Y nunca hacen proselitismo.
La vida masónica
Los masones diferencian entre lo profano (todo lo que no pertenece a su mundo) y lo masónico. Una persona que quiera ser masón es profano, hasta que se convierta en masón. Ahí recibirá el primer grado: aprendiz. Posteriormente podrá solicitar ser compañero y, posteriormente maestro. Es el mayor grado que un masón puede alcanzar por voluntad propia, Desde ese momento, existe una escala (en función del rito que aplica cada logia) donde «los hermanos masones» son propuestos.
Para ser masón se exige ser mayor de edad. Algunas logias fijan el límite en los dieciocho años, aunque otras lo elevan para asegurar que es una persona con unos principios claros. Lo habitual viene a ser iniciarse entre los 30 y 40 años.
De manera general, las obediencias se dividen en dos grandes grupos: regulares y las liberales. La diferencia fundamental es que las primeras exigen creer en un ser supremo, no necesariamente el Dios cristiano, es suficiente con admitir el Arquitecto del Mundo.
En el movimiento liberal se considera la religión como un aspecto de la intimidad personal y no se exige ninguna creencia. Tan sólo capacidad de respetar y el convencimiento de mejorarse a sí mismo como persona para mejorar la humanidad.
«Son ideales masónicos, pero que en mis once años los he vivido. La masonería es una escuela de ciudadanía, ayuda a la mejora personal», asegura Mar. Convertirse en hermano masón obliga a un desembolso económico que oscila entre los 30 y 40 euros al mes.
En función de la logia (existe una gran autonomía y matices entre ellas) se solicita una cuota de inscripción y pueden terminar sus reuniones con el 'tronco de la viuda', la recogida de un dinero para obras sociales y un pequeño almuerzo. Aunque los masones con los que habló LA VOZ aseguran que «el dinero no es freno para ser masón. Durante la crisis, varios hermanos estuvieron en paro y la logia asumió su cuota», dice Pedro José Vila.
Cada aspirante será entrevistado en tres ocasiones por tres maestros distintos que, durante todo el proceso, no podrán hablar entre ellos. Las entrevistas abordan ámbitos concretos: un plano más personal (trabajo, quien es), sus ideas sobre filosofía y política y, por último, su concepción de la masonería y aspiraciones en ella.
Terminado ese proceso, los maestros informan al resto de integrantes de la logia. El aspirante vivirá su primer rito masónico: el pase bajo venda. El aspirante acudirá a un taller y entrará en él con los ojos vendados, de ahí su nombre. Los demás integrantes preguntarán todas las dudas a raíz de los informes.
Terminado el interrogatorio, se votará con bolas blancas y negras la aceptación o no del futuro aprendiz. «He visto de todo. Informes favorables que se rechazan y alguna persona a la que se veían aspectos negativos y se la acepta. Nunca se sabe lo que pasará», comenta Paulino Lorences, veterano masón de la Rosario Acuña. El desconocimiento de la masonería es una de las principales causas de rechazo. «He hecho pocos informes negativos: a unos ingleses que se mudaban a Asturias y buscaban un club social; a una persona que tenía una idea muy rara», comenta Vila. Lorences señala que «una vez vimos que buscaba aprovecharse económicamente con temas de brujería y lo desestimamos».
Dentro de la logia
Actualmente El Progreso es la única logia con solicitantes de la comarca. Tres, según indican. Cuando sean aceptados, deberán participar en las tenidas. Lo habitual es celebrar dos al mes. «Resulta muy complicado preparar más, no se resistiría el ritmo», comenta Mar. ¿Y de qué hablan los masones? De todo, con dos límites: religión y política. Aunque siempre respetando un método. Son encuentros alejados de la tertulia de bar.
Xuan explica su vivencia como «una evolución, con ilusiones y engaños. No es una estructura perfecta. Encontré lo que venía buscando. Es una vivencia personal para el encuentro con otros, de educación de ciudadanos».
En la actualidad, los talleres o sedes masónicas se encuentran en Gijón y en Oviedo. En La Calzada, comparten taller Rosario Acuña y Estrella del Norte. También en Gijón se encuentra la Logia Jovellanos. Oviedo acoge el taller de El Progreso.
En Avilés, en los años 90 del pasado siglo, los integrantes de la logia Amigos de la Naturaleza y Humanidad, de la Gran Logia Simbólica Española, celebraban sus tenidas en el San Félix, según recuerda Paulino Lorences, uno de sus cofundadores junto con Víctor Guerra, entre otros. «Alquilábamos una sala y nos encerrábamos en ella. No sé si los propietarios llegaron a sospechar algo o no, pero si lo hacían disimulaban muy bien», comenta Lorences, que destaca el espíritu progresista de la masonería. «Los masones somos un movimiento de origen burgués y progresista, no revolucionario. Respetamos las leyes y tratamos de mejorarlas. Nuestras tenidas siempre finalizan con un ¡Viva la Constitución!».
Durante la tenida se desarrollan ritos. Una búsqueda por internet permite acceder a todos. Apenas quedan secretos en el mundo masónico, aunque es cierto que a sus integrantes no les gusta desvelarlos.
Y es que, para un masón, un rito es iniciático, una experiencia única que, si conoce antes de vivirla, se desvirtualiza. «Cuando me propongan para mis próximos grados, no leeré el rito, porque lo que me interesa es vivirlo», asegura Vila.
Lorences defiende el rito como una manera de «desconectar del mundo exterior» y centrarse en el trabajo masónico. Al igual que los antiguos canteros, los masones aspiran a tallar la piedra de su personalidad. Es uno de los primeros símbolos. Otro símbolo son las espadas, que representa el honor.
Son claves que los aprendices aprenderán hasta que soliciten convertirse en compañeros. Normalmente, suele ser un año. Durante ese tiempo, solo hablarán en la logia si el Venerable Maestro o su máximo responsable lo autoriza. Y no está obligado. «Es una época importante en la formación porque, para hablar bien, primero hay que saber escuchar», concluye Lorences.
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