RECUPERANDO AL MAESTRO ELEUTERIO QUINTANILLA
Hace ya unos días, y tras un
silencioso y callado trabajo del grupo
de trabajo Eleuterio Quintanilla y del Aula
Popular José Luis García Ría, se presentó en el Club de la Nueva España de Gijón, el libro: Memoria de Eleuterio
Quintanilla
Es la figura que se quiere
rescatar desde hace años el olvido, empeño que en la presentación del libro por
parte de Chema Castiello y Yolanda Díaz, quedó patente, pues la presentación
contó con un lleno total,de variopinta grey
con la intención de conocer aún más la figura de este autodidacta
chocolatero que se aupó hasta la dirección de la Escuela Neutra, (1911-1937).
Proyecto educativo que
auspiciaron tanto las sociedades obreras, como el incipiente republicanismo
reformista de Melquíades Álvarez y la también flamante masonería asturiana,
encabezada por la Logia Jovellanos nº
337, que finalmente mantuvo y sostuvo el proyecto incluso hasta 1937.
Me interesó de tal acto, sobre manera, el retrato de Chema
Castiello, construido desde el cariño al personaje, al cual se le añaden una
serie de pinceladas que nos acercó a esa
figura ambivalente, en la que nos
movemos los autodidactas, de ser displicentes
vanguardistas, tal vez por falta de
prejuicios y sujeciones culturales y políticas, lo cual también hace que las
aventuras intelectuales terminen siempre de modo un tanto trágico, en tanto que
terminan siendo proyectos derrotados por la imperiosidad de los tiempos de las
urgencias o el imperialismo de las pluridiversas corrientes de moda
Luego estos hechos, estas propuestas van recobrando vida de
la mano de otros siendo nítidos referentes de nuevas regeneraciones, paradojas
de la vida, tan solo quedará en el poso
de la memoria y la experiencia intima de
haber parido la cosas, y en ese juego Eleuterio Quintanilla fue un corredor de
fondo que jugó a poner unas ideas en
marcha, como la coaligada acción
política entre el pujante anarquismo y el naciente socialismo astur, o sea la unión sindical entre la UGT y la CNT,
batalla que dio junto con otro personaje recientemente biografiado como fue Teodomiro
Menéndez, compañero de bancada masónica y de luchas y planteamientos
por la acción conjunta que nunca pudo ser.
El cuadro sutil que nos fue
exponiendo Chema Castiello, era la imagen de un hombre vibrante, de fuerte y bien
construida oratoria, así lo recuerdan muchos compañeros, pero en definitiva
estamos ante un náufrago de los abencerrajes astures tan proclives a la
destrucción de ideas, ideales y referentes, y cuyos embates hicieron que el
Maestro se refugiara en una especie de introspección misógina muy proclive en
su carácter, que reconozco en alguno de sus descendientes.
El maestro chocolatero que salió del barrio, de la fábrica, para darse un denso baño de intelectualidad y construcción personal en el seno de la autoformación obrera, pero también en el seno de organizaciones como el Ateneo Obrero de Gijón, donde colaboró y conoció y se codeó con brillantes figuras como Sánchez Gali, o la pujante juventud reformista encarnada en Marino Merediz Díaz Parreño, o Dionisio Cinfuentes, con intelectuales como Fernando Vela, fustes intelectuales a los que hay que añadir la presencia de un brillante Melquíades Álvarez, o Ulpiano Alonso, o un inquieto empresario como Gervasio de la Riera.
Pero algo debió pasar para que
durante 17 largos años, su currículo
masónico no llegara hasta el rojo mandil
de Maestro Masón, pues como dicen los castizos quedó para vestir santos
masónicos como Aprendiz Masón (1º), lo que ya nos indica un presunto fracaso, no sé si personal o
colectivo, motivo por el cual su
memoria se ha quedado perdida en un
extraño silencio masónico en el cual
habrá que escarbar, pues es un chocante contrapunto
de intenso contraste con su acción como referente de la Escuela Neutra.
El relato presentado por Chema
Castiello, veraz y trufado de nuevas informaciones traídas de un reciente viaje
por tierras francesas, visitando a amigos y familiares, en un ingente compromiso
para recuperar la figura del introspectivo Eleuterio Quintanilla, que puso
proa al exilio con un pequeño pelotón de
niños, a modo de recuerdo permanente de su transcendental dedicación a la
formación de la infancia obrera
gijonesa.
Con un exilio tan duro como
largo, que hizo que el Compañero libertario y francmasón, se cobijara en el
denso y oscuro caparazón introspectivo, añadiendo otra derrota más, eslabón de
una larga ristra de proyectos derruidos por las intemperancias de cada momento.
Pero la labor del Aula Popular José Luis García Rúa, en la
recuperación de la memoria histórica y familiar de quien ostenta a modo de
título su trabajo socioeducativo, es impresionante, pues el libro va
recorriendo a través de los recuerdos de los distintos familiares de Eleuterio
Quintanilla, los episodios de un quehacer, de una idea, y de una preocupación
cotidiana, incluso el de la subsistencia, lección dura la del exilio y el
destierro.
Es un libro el presentado, de
tamaño pequeño de unas 165 páginas que nos aportan, una delicatesen
historicista que hay que saborear recreando cada hoja desde la efímera memoria
aquellos tiempos, aquellas memorias colectivas que yo he escuchado durante los
nueve años de continuadas visitas a las tierras francesas y platicadas por los
descendientes del áspero destierro español.
Y así se cuenta como el viejo «paisano»
español ha quedado perdido para la
memoria francesa, y el reencuentro con una parte de la sociedad gijonesa a través de este virtual recuerdo del viejo anarquista náufrago
de una derrota, que ha ido tomando color y ternura, por un «paisanín» como
Eleuterio Quintanilla, a cuya presentación del libro asistí emocionado sintiendo
en el ser interno e íntimo esas raras semejanzas que el azar nos ha dado, como
la militancia anarquista y faista, la dura membresía masónica y algunas otras
preocupaciones intelectuales, en las cuales cada uno ha hecho sus pinitos. Es
un daguerrotipo efectivo que nos
devuelve a lo más íntimo de cada persona,
Gracias Compañeros¡¡¡¡
Gracias Compañeros¡¡¡¡
He dicho Victor Guerra
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