Peregrinando por la tierra de los mansoleas
Sí el lugar ya es mágico de por sí, solo nos faltaba la aportación de E. Álvarez Suárez, que nos viene a decir que Tina fue un lugar de refugiados llegados de otros puntos de la península después de la batalla de Covadonga. “Por estos mismos tiempos, los refugiados de otros puntos de la península, formaron la segunda agrupación urbana de Ribadedeva en donde se halla actualmente el caserío de Tina, lugar muy cubierto por la parte de tierra e inaccesible por el mar”[1]
Lo cual nos deja ante esta expectante pregunta: ¿Quiénes eran estos refugiados, que no se quedan en las zonas más abiertas de Colombres o Bustio, sino que optan por subir monte arriba y esconderse entre estos escarpados lugares? Emplazamientos en los cuales sería difícil divisarles en esta maraña geo-biológica de Tina ¿Tienen algo que ver estas gentes, que tanto se esconden, con los vetustos y viajeros habitantes de Pimiango, los mansoleas?
Solo nos faltaría para redondear la cuestión mágica contar con la presencia de un ermitaño. Y no sé si lo hubo pero al menos sabemos que al parecer tenía casa en Santu Medé, lo que ya esa algo.
Pero antes de llegar al Monasterio de Tina hallamos al par del camino unas amplias ruinas que parece ser fueron venta y posada, al cuyo pie crecen unos limoneros, lo que arrojaría un sin fin de claves para con ellas encontrar la razón y la prueba y poder explicar por ejemplo la existencia de esa famosa Orden de Cambeadores.
Pero demos tiempo al tiempo, y prosigamos con nuestro paseo por el mágico GR E-9 adelante.
Al borde del acantilado por debajo de la pradería que preside la capilla y cuasi iglesia de Santo Medé se encuentra en un escarpado rellano colgado entre la planicie y la límpida lámina del mar cantábrico la Cueva del Pindal. uno de los lugares más representativos del proceso de cristianización de los lugares prehistóricos, en la cual se hayan pinturas que pueden tener la friolera de entre 18.000 y 13.000 años, eso las más modernas.
Esta es la razón por la cual existe el Monasterio de Tina y Santo Medé, estas cavernas representan esa dimensión que busca el hombre en la tierra, en la cual se penetra hondamente, y luego están la luz, el cielo, ese mismo que se ve nada más asomar la cabeza de tan honda búsqueda por las profundidades. Atrévanse a realizar esa inmersión de entrar en el Pindal y quédense atrás, solos, y háganse una composición del lugar y del eterno buscador y comprobaran en cuerpo propio esas sensaciones. En el Pindal es fácil no es una cueva masificada.
Este es un ciclo perpetuo de luz y oscuridad si la cumbre es lo que se alcanza, la caverna es lo que hay que ir venciendo en la oscuridad para alcanzar el sagrado corazón de la tierra y la matriz de la Gran Madre que pone al ser humano en contacto directo- y no solo simbólico- con lo que fue antes de venir al mundo y con lo que será después de su muerte.
La cueva del Pindal, es una gruta que está abierta a la visita pública, y contiene paredes decoradas con pinturas y grabados de los inicios magdalenienses. Los muros de este recinto cavernario fueron utilizados a modo de telas pictóricas a lo largo casi de cinco milenios. La cueva consta de un pequeño vestíbulo de unos 10 mts. de ancho que continua por medio de una amplia y única galería dotada a veces se superficies lisas y también de estalagmitas, y tiene una longitud de unos 360 mts. Tiene dos zonas decoradas, la primera a u nos 118 mts. de la entrada, en la pared izquierda se ve la cabeza de un caballo, la otra zona está a unos 129 mts. de la anterior con otro grupo de pinturas.
Entre las figuras destacan dos bisontes, un caballo, una cierva, una especie de pez y un mamut y varios signos no descifrados. La cueva pintada es un santuario que acoge símbolos que explican y refuerzan su propio simbolismo, y más aún si lo ponemos en relación con el entorno podríamos captar todo su simbología, eso sí tuviéramos las claves para interpretar todo esos signos extraños, que no solo encontramos en Pidal, sino en muchas otras cuevas de la Cornisa Cantábrica
Asociada a la cueva tenemos otra leyenda que recogía el profesor Jordá[2], la de una mujer, sentada a la entrada de la cueva que esperaba la llegada del pastor hilando con su rueca copos de oro, que ofrecería a éste y llevado por el ofrecimiento se perdería en el interior de la cueva.
Toda una historia donde la rueca es el atributo de las Parcas que hilan la trama de la vida, una especie de malvada xana o mujer mora donde juega una importancia capital el hilo de la vida, en este caso de oro, que constituye a su vez el elemento esencial del simbolismo del tesoro escondido
Aunque también podríamos darle la vuelta a la leyenda. Hagamos pues unas cábalas al respecto: la amable xana, nos ofrece su trabajo: el hilo de oro de nuestra vida, para buscar el tesoro escondido o difícil de encontrar, y como en la leyenda del hilo de Ariadna, penetramos en lo hondo en lo escondido, a lo fenoménico que no deja de ser una fiel representación de nuestra permanente búsqueda. La cueva es amplia y nuestra búsqueda se puede dilatar en el tiempo y nuestro hilo puede agotarse. El simbolismo en nada contradice la realidad natural y utilitaria, sino que sólo la transfigura dándole un sentido espiritual.
Es obvio que el origen de estas significaciones pudo hallarse en la realidad histórica de un acontecer, aunque nada más contrario a la teoría que priva actualmente en mitología que invertir los términos de este modo.
Salimos de este esotérico juego, y misterioso lugar, y nos vamos carretera arriba, no sin echar antes un vistazo al faro de San Emeterio, que fue construido en el año 1860 con objeto de señalar dicho saliente, orientando la navegación en ruta, guiar las embarcaciones hacia la ría de Tina Mayor. En los primeros tiempos era nombrado como Faro de Tina Mayor en la punta de San Emeterio. El referido proyecto fue llevado a cabo por el ingeniero Rafael de la Cerda. Una vez terminado éste se procede a la instalación de los diferentes aparatos cuyas características más importantes eran: aparato catadióptrico de tercer orden. Luz fija y blanca, y un alcance de 15 millas. ¡ Hay¡ la Luz…siempre la luz…
Un poco antes de llegar al pueblo, tenemos un soberbio mirador sobre la zona marítima, sobre la llamada costa de Tor, “como la referenciaba el poeta Celso Amieva recordando a Thor, el dios del trueno de los escandinavos que bien pudieron haber venerado los normandos, a los que se les supone una destacad y activa presencia en estas costas” ”[3]. pues no en vano existen cantidad de topónimos en la zona Toriello, Toero, Toranda. En tan bello mirador y pensamientos podemos reflexionar al aire fresco de la marina s obre todas estas cuestiones
Llegamos en dos patadas a Pimiango, tópico lugar que nuestros maestros nos recordaban constantemente con aquello de “¿Estás en Piminago?” cuando nos encontrábamos embobamos con las moscas que por la escuela revoloteaban.
Pimiango es un pequeño núcleo urbano barrido por todos los vientos dominantes, lo cual le da un aspecto de cierto aislamiento que además debieron trasmitir su viejos habitantes los mansoleas[4] al urbanismo del pueblo.
Estos hombres y mujeres que teñían una lengua propia, y cuyo patronímico parece venir según dice Jaime Izquierdo de de man, hombre y de solea, suela, es decir de los zapateros (hombres de la suela).
Estos zapateros (hombres de la suela) caminantes y portadores del saber ancestral que se encontraban la mayor parte del año fuera de casa, ya que tan solo venían a pasar con los suyos las fiestas del pueblo. “Por aquellos años en los que los mozos cruzaban "los arcos del palaciu" con un hatillo de ropa, un poco de borona y un futuro incierto por delante, dejando en el dintel de la puerta los rostros de los viejos con su pañuelucu negro y su boina zaida y parduzca”.
Estos personajes además de hablar una curiosa jerga profesional, eran unos grandes fabuladores como así lo demuestra la aventura del uno de estos zapateros, un gran mansolea que fue un cura falso que ejerció en el pueblo de Tresviso En el año 1842 un zapatero de Pimiango de 61 años de edad, llamado José Manuel de Cue y de la Borbolla, provisto de la correspondiente sotana se hizo pasar por sacerdote y ocupó durante un tiempo la plaza que se encontraba vacante en la localidad cántabra de Tresviso.
Esta historia cautivó al escritor llanisco Celso Amieva, quien basándose en noticias que le proporcionó a su vez el poeta llanisco Emilio Pola, escribió el sobre el zapatero remendón que además parece ser que utilizó su jerga gremial, llamada mansolea, como latín, como además había sido monaguillo en su primera juventud le sirvió de mucho en el desarrollo de sus nuevos quehaceres eclesiásticos.
Al cabo de seis meses de estar ejerciendo el sacerdocio fue reconocido por un mendigo, que según la leyenda y según el poema, le descubrió el sacristán como acota el poeta Amieva. Trasladado a Oviedo, permaneció en la cárcel seis meses. No sabemos que sería a partir de éste momento de este mansolea, un buen pillo y granuja, al que Celso Amieva dedico estos párrafos.
<.... Mucho tarda en llegar el aviso / mucho tarda en cruzar el puerto. / La alta parroquia lebaniega se impacienta, / que el nuevo párroco nunca llega. / Murmura amargamente / del Obispo la gente. / Aislado en su nido de los Picos de Europa, / Tresviso es pobre y rudo; su flamante pastor,/ que debe tentarse bien la ropa / para allí apacentar ovejas del Señor. / Entre tanto el rebaño a solas pace. / Mas, Su Ilustrísima ¿qué hace? / La villa de Tresviso critica ya muy recio / aquel episcopal desprecio. / El párroco de Sotres, de manera interina, / Ya se ocupa de Tresviso........ <...Ya dijo san Gregorio Nacianceno / que el feligrés más bueno / no es el que reza mas, hermanos míos, / sino el que de mañana / coge valientemente sus atavíos / y sudando se afana / por llevar él a cabo labor como de dos. / Según este gran santo, / El trabajar así responde a cuanto / en sus diez mandamientos manda Dios / He aquí lo que predica / el de tresviso nuevo cura, / quien su sermón aplica / y trabaja por tres, con mano dura. / Misa, rosario, confesión, novena, / catecismo, bautismo, comunión, / viático, entierro, boda.... nada llena / su jornada, su celo, su pasión. / Le hace falta algo más, otro trabajo / suplementario. Su cajón ha abierto / y remienda zapatos a destajo / y hace corizas para los del puerto, / chácharas historiadas para críos, / borceguíes arrieros / para mozos bravíos / y es un fénix de curas y un as de zapateros. / Tresviso está maravillado / y, como sigue el santo ejemplo / que le viene del templo, / saldrá beneficiado. / El queso de Tresviso, / merced a esmerada labor, / va a cubrir de oro al productor / y la villa será un paraíso. / Hay que imitar al cura de Dios obrero, / Mas obrero también del cuero / quien se gana la vida con holgura. / Todo el mundo es a la tarea, / en Tresviso impera la paz. / Por el cura señor don Crispín MANSOLEA, / el tronera del pueblo se torna buen rapaz. / Mejor se avienen los vecinos , / murmuran menos las mujeres, / no se emborracha el tio Longinos, / formalizan los mozos sus quereres. / La vida montañesa es menos ruda, / pues impera la mutua ayuda. / Tresviso está de su pastor ufano, / cántale loanzas sin fin. / Es verdad es un cura muy aldeano / y mal farfulla su latín, / un latín que se entiende poco, / mas... de Tresviso en el confín / nadie sabe latín tampoco. / El cura mansolea sabe jugar al tute si el caso se plantea, es buen conocedor de quesos, / a la bota de Liébana da largísimos besos / y es todo un hombre/ Atento a no menoscabar su fama, / vive en la rectoral sin ama. / ¿Qué valen a su lado los mas famosos curas que la comarca ha visto......?>>.
Es un pueblo, el mansolea, poco estudiado e ignorado casi por completo, del cual se conserva su jerga gremial, y recuerda dicha situación y ubicación a la de otros pueblos que están en el camino: los agotes en Navarra, los maragatos en Astorga, o los cercanos vaqueiros en el camino, costero que nos ocupa, a cuya altura se bifurcan los camino uno por la costa, y el otro buscando el interior de Galicia.
En el diminuto pueblo se levanta con orgullo el busto del Teniente Coronel Emilio Villegas Bueno, fallecido en Ramla (África) en diciembre de1924.
También en la villa existe una antigua veneración por una imagen de la virgen que se trajo del Monasterio de Tina, que tiene mucho que ver con las vírgenes negras de la tradición hermética, debido a su forma y posición dicha figura está en la ermita de San Roque. La figura de San Roque suele aparecer indicando la rodilla desnuda, (como mandan los cánones esotéricos) y en algunas ocasiones aparece con la cruz del temple, tal y como se muestra en una estatua existente en el Ayuntamiento de Zaragoza.
La rodilla izquierda es, -el simbolismo de los constructores-, una señal de reconocimiento, un testimonio de estar en el secreto de la rótula, del compás, de la leyes divinas de la construcción, y es a su vez una parte del cuerpo humano que en la ceremonia de iniciación los profanos que desean penetrar en el Hermandad de Hiram deben enseñar.Pero dejemos estos viejos arcanos que nos podían llevar tantas páginas y bajemos hacia la playa de la Franca, soslayando Colombres y su bella historia.
[1] Guía monumental, histórica, artística industrial, comercial y de profesiones. 1923, pág 522.
[2] Francisco Jordá Cerda. Guía de la cuevas prehistóricas asturianas. Ediciones Ayalga 1976
[3] Izquierdo Vallina, Jaime: El país de Celso Amieva (Guí a la costa Oriental de Asturias y la sierra del Cuera. Edt. KRK. Oviedo 1999.
[4] Mansoleas: zapateros que salían a trabajar su oficio por otros pueblos o ciudades. Entre ellos hablaban la jerga o idioma mansolea, para que no los entendieran y hacer así la venta o el trato de su trabajo a su gusto y antojo.
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