DE LA MASONERÏA
(Hace unas dos semanas , se dirigió esta carta al Director del Periódico La Nueva España, en la cual suelo publicar trabajos sobre Masonería y demás... la reproduzco tal cual, porque a continuación publicaré la carta que a su vez yo envié al periódico respondiendo a ambos caballeretes)
Respetando la ortodoxia que suele caracterizar el loable quehacer de la mayoría de los que son conversos, ciertos sujetos, con evidente espíritu aventurero, vienen presentándose ante la opinión pública asturiana como representantes, pretendidamente genuinos, de una masonería progresista y llevando a cabo -como quien cose- la creación y apertura de nuevas logias de indefinida obediencia. Sin embargo, a poco que se hurgue en el pasado confesional de algunos de estos fantásticos promotores, lo primero que se echaría de ver -desde la perspectiva de la masonería regular- es una dudosa legitimación respecto a la ortodoxia en la «iniciación» de quienes hoy parecen ostentar una cierta forma de jerarquía.
De entrada, la que ellos denominan Logia «Rosario Acuña» cuenta, entre sus miembros, con algunos de los que, al inicio de la década de los noventa, protagonizaron el «asalto» a los bienes y documentos de la Gran Logia Masónica Asturiana, que -dicho sea de paso- fue la primera institución masónica constituida en Asturias después de la guerra civil y la que contaba con relevantes personalidades de la sociedad asturiana (entre ellos, algunos miembros de la G. L. de E.), condición ésta con la que, pese a las calumnias propagadas por sus detractores y saqueadores, se podría acreditar, entonces y ahora, que los objetivos y anhelos dimanantes de aquellos «trabajos de taller» contrastarían hoy con la mediocridad y marginalidad con la que se visten algunos grupos que pululan ejerciendo de aprendices de brujo.
Los anteriormente referidos, entes de discutible formación masónica -extremo éste que, curiosamente, alguno de ellos reconoce- vienen politizando el espíritu de la masonería de una manera burda y vulgar, poniéndola al servicio de intereses partidistas por razones que ellos no confiesan, pero que son fácilmente deducibles. Que contraen un compromiso social -hasta entonces insólito en la masonería regular- con ciertas minorías sexuales, erigiéndose innecesariamente en protectores de aquéllos a los que hoy nadie persigue y ni siquiera margina, pero con el que pretenden abanderar, absurdamente, una reivindicación ya ha tiempo caducada.
Algunos de estos sujetos dicen ser republicanos de pro, cuando, a la hora de la verdad, las actividades de su logia se adecuan, de forma humillante y no menos vergonzante, a las consignas de sus patrocinadores de gobierno. Esta servil actuación, auspiciando el régimen que los financia, viene solapándose, sin éxito, por parte de los venerables maestros respectivos, quienes, tras la pantalla de un anticlericalismo extremado y casi histérico, ocultan algunos de los desaciertos que el Gobierno, paradójicamente y con desconcertante cronicidad, comete erosionando las libertades de los ciudadanos y conculcando derechos sociales en los más desprotegidos.
Sobre la iniciación masónica del citado venerable maestro de la Logia «Rosario Acuña», así como la del secretario de la misma (Victor Guerra) y otros más, habría que preguntarse si esta ceremonia fue realizada de acuerdo con el rigor que encierra (y al que obliga) el ineludible ritual de iniciación masónica, pues, si antaño estaban claros los motivos por los que abrazaron su fe y aceptado el peso de sus obligaciones, deberían también haber venido demostrando, con sus hechos, el consabido merecimiento, acreditándolo, si preciso fuera, con los informes de las respectivas aplomaciones. Habría que sumar a esto la indubitada unanimidad del balotaje en la misma conseguido, pues se abrigan serias dudas respecto a si esa precisión y severidad fueron debidamente respetadas.
El caso de la Logia Progreso, de Oviedo, correspondiente a la institución pseudomasónica denominada Derecho Humano, es parecida a la anterior, pues su venerable maestro parece haber convertido el periódico digital de su logia en un órgano de propaganda del partido del Gobierno, hasta el punto de dar como propias unas declaraciones de la ministra de Medio Ambiente y que él utilizó en favor de la publicidad de una empresa de «préstamos con interés». Estos hechos resultaron ser tan escandalosos que sus protagonistas, conscientes del escándalo que habían provocado o quizá como resultado de una delirante catarsis freudiana a la que su imaginación pudiera -en buena hora- haberles conducido, se exculparon a sí mismos «transfiriendo» la culpa al dichoso órgano divulgativo y quedándose tan frescos después de eliminar las páginas que los comprometían.
La ideología, pensamiento y formación masónica del tal venerable es muy elemental; tanto es así, que cuando afirma que «la masonería tiene por objeto la defensa de los derechos humanos», lo hace de modo tan vago e impreciso que es como si no hubiera dicho absolutamente nada. Hoy, los derechos humanos los defiende todo ciudadano que tenga un sentido cabal de civismo, de la ciudadanía y del respeto al prójimo, sin la contradicción en la que él cae cuando sostiene que «el compromiso del masón con la sociedad no implica, en modo alguno, una apuesta personal decidida y seria». ¿A qué jugamos?
José M.ª Rodríguez Collazo, (ex-) de la G. Logia Masónica Asturiana, (salvaje) y Aquilino González Neira, periodista.Oviedo
De entrada, la que ellos denominan Logia «Rosario Acuña» cuenta, entre sus miembros, con algunos de los que, al inicio de la década de los noventa, protagonizaron el «asalto» a los bienes y documentos de la Gran Logia Masónica Asturiana, que -dicho sea de paso- fue la primera institución masónica constituida en Asturias después de la guerra civil y la que contaba con relevantes personalidades de la sociedad asturiana (entre ellos, algunos miembros de la G. L. de E.), condición ésta con la que, pese a las calumnias propagadas por sus detractores y saqueadores, se podría acreditar, entonces y ahora, que los objetivos y anhelos dimanantes de aquellos «trabajos de taller» contrastarían hoy con la mediocridad y marginalidad con la que se visten algunos grupos que pululan ejerciendo de aprendices de brujo.
Los anteriormente referidos, entes de discutible formación masónica -extremo éste que, curiosamente, alguno de ellos reconoce- vienen politizando el espíritu de la masonería de una manera burda y vulgar, poniéndola al servicio de intereses partidistas por razones que ellos no confiesan, pero que son fácilmente deducibles. Que contraen un compromiso social -hasta entonces insólito en la masonería regular- con ciertas minorías sexuales, erigiéndose innecesariamente en protectores de aquéllos a los que hoy nadie persigue y ni siquiera margina, pero con el que pretenden abanderar, absurdamente, una reivindicación ya ha tiempo caducada.
Algunos de estos sujetos dicen ser republicanos de pro, cuando, a la hora de la verdad, las actividades de su logia se adecuan, de forma humillante y no menos vergonzante, a las consignas de sus patrocinadores de gobierno. Esta servil actuación, auspiciando el régimen que los financia, viene solapándose, sin éxito, por parte de los venerables maestros respectivos, quienes, tras la pantalla de un anticlericalismo extremado y casi histérico, ocultan algunos de los desaciertos que el Gobierno, paradójicamente y con desconcertante cronicidad, comete erosionando las libertades de los ciudadanos y conculcando derechos sociales en los más desprotegidos.
Sobre la iniciación masónica del citado venerable maestro de la Logia «Rosario Acuña», así como la del secretario de la misma (Victor Guerra) y otros más, habría que preguntarse si esta ceremonia fue realizada de acuerdo con el rigor que encierra (y al que obliga) el ineludible ritual de iniciación masónica, pues, si antaño estaban claros los motivos por los que abrazaron su fe y aceptado el peso de sus obligaciones, deberían también haber venido demostrando, con sus hechos, el consabido merecimiento, acreditándolo, si preciso fuera, con los informes de las respectivas aplomaciones. Habría que sumar a esto la indubitada unanimidad del balotaje en la misma conseguido, pues se abrigan serias dudas respecto a si esa precisión y severidad fueron debidamente respetadas.
El caso de la Logia Progreso, de Oviedo, correspondiente a la institución pseudomasónica denominada Derecho Humano, es parecida a la anterior, pues su venerable maestro parece haber convertido el periódico digital de su logia en un órgano de propaganda del partido del Gobierno, hasta el punto de dar como propias unas declaraciones de la ministra de Medio Ambiente y que él utilizó en favor de la publicidad de una empresa de «préstamos con interés». Estos hechos resultaron ser tan escandalosos que sus protagonistas, conscientes del escándalo que habían provocado o quizá como resultado de una delirante catarsis freudiana a la que su imaginación pudiera -en buena hora- haberles conducido, se exculparon a sí mismos «transfiriendo» la culpa al dichoso órgano divulgativo y quedándose tan frescos después de eliminar las páginas que los comprometían.
La ideología, pensamiento y formación masónica del tal venerable es muy elemental; tanto es así, que cuando afirma que «la masonería tiene por objeto la defensa de los derechos humanos», lo hace de modo tan vago e impreciso que es como si no hubiera dicho absolutamente nada. Hoy, los derechos humanos los defiende todo ciudadano que tenga un sentido cabal de civismo, de la ciudadanía y del respeto al prójimo, sin la contradicción en la que él cae cuando sostiene que «el compromiso del masón con la sociedad no implica, en modo alguno, una apuesta personal decidida y seria». ¿A qué jugamos?
José M.ª Rodríguez Collazo, (ex-) de la G. Logia Masónica Asturiana, (salvaje) y Aquilino González Neira, periodista.Oviedo
Comentarios